a nosotros mismos. Lo mismo es cierto de cada iglesia que le ha fallado a Dios en el pasado. En consecuencia, la confesión debe comenzar con un apropiamiento personal y con un acuerdo con Dios que somos nosotros los responsables por los pecados que hemos cometido. Para ver cambios en una iglesia, también debemos estar expectantes de los frutos del arrepentimiento. Juan el Bautista les decía a las multitudes: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:8), lo que significa que el arrepentimiento
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